Olfatear una mañana tus huellas,
juntar las yemas como casas en el aire...
mirarse hasta dormirse las pestañas.
Caminar muy despacio, porque estabas.
Laguna celeste, somos el vientre...del otro.
Con plumas de avestruz
sacamos los adornos, la arena y el rescoldo.
Aprendimos de los gatos,
de las tardes,
en los cantos...en los áridos desconocidos pasados,
que nos trajeron aquí.
Sos un sonajero de cristal en mi casita del árbol,
la gota que despierta los cáctus,
todo el sol, todo el sol.
Quiero estar siempre cuando nades,
ser tu chocolatada y tu regalo en cada cumpleaños.
Respiramos la sonrisa atemporal.