Para responder esta pregunta, no sería conveniente enfrentarla directamente, sino dando un par de rodeos. Recurro a esta estrategia, porque, en realidad, no creo poder satisfacer su demanda, es decir, dar una definición. Intentarlo, supondría que la filosofía es algo. Mejor, supondría que se trata de una serie de contenidos referidos a algo, una suerte de cosa que sería lo filosófico.
Sin necesidad de ir más lejos, pareciera que la filosofía entonces es absolutamente inútil, ya que no se refiere a nada. Pero, para no adscribir precipitadamente a su carta de defunción, habría que preguntar tal vez qué es lo que hacen aquéllos que se hacen llamar filósofos.
Generalmente, los que hacen filosofía, podrían darnos varias descripciones de su labor. Algunos piensan que se trata del estudio de la verdad; o acaso el desarrollo de un enfoque con un cierto afán totalizador, que permitiría contemplar “la totalidad de las cosas”. Otros piensan que es la madre de las ciencias, que conoce objetos de una jerarquía superior (tal vez por ese mismo afán totalizador), por lo que éstas deberían ser disciplinas subordinadas a ella. Contra éstos hay los que piensan que la filosofía debería limitarse a engarzar y organizar el conocimiento de la ciencia en una estructura lógica. También están los que dicen estudiar cosas que trascienden nuestra experiencia, y por ende el tiempo. Otros dirán que se estudia la naturaleza del lenguaje, cómo funciona y cómo condiciona nuestro pensamiento imponiendo categorías. Además, quedan otros que dicen que la filosofía consiste en conocer nuestra circunstancia, nuestra existencia efectiva como hombres y seres concretos y situados en la historia.
Y efectivamente, en gran medida, los que se denominan filósofos intentan este tipo de cosas, o relatan los diversos ensayos que se realizaron a lo largo del tiempo por conseguir estas metas. Como puede verse, y fuera de la simpatía que pueda generar uno u otro modo de hacer filosofía, no sirve de mucho preguntar por lo que los filósofos hacen, porque ellos mismos suponen la existencia de un algo que sería lo filosófico, y como tienen diferencias sobre qué puede llegar a ser esto, hacen cosas distintas, y en algunos casos hasta niegan el status de filósofos a otros colegas.
Ahora bien, creo que hay que ahondar un poco más esta cuestión. Hasta el momento, tenemos que las preguntas por el qué es, y por el qué se hace, se muestran un tanto desviadas, o no suficientes. Por eso, creo que la pregunta que se acercaría al nervio de la cuestión (parafraseando una pregunta ya clásica en los estudios ontológicos) sería: ¿por qué hay filosofía, y no más bien nada de esto?
Sin duda, que tengamos que hacer este tipo de pregunta es un tanto extraño; ¿por qué habríamos de dudar de lo que se trata la filosofía y de por qué existe? Según las posiciones más universalmente aceptadas sobre su origen, data aproximadamente de los siglos VI o VII A.C. ¿Por qué han pasado más de veinte siglos de filosofía y seguimos tratando de establecer a lo que se refiere y de justificar su existencia? Creo que de estas preguntas podemos obtener dos conclusiones. Como considero que sería totalmente irracional y una muestra de presunción absurda ir en contra de más de veinte siglos de reflexión sobre el tema, debemos concluir que la filosofía evidentemente existe, pero, si luego de tanto tiempo aún no podemos decir de qué se trata, tenemos que admitir que no tiene objeto alguno. ¿Cómo sería esto posible?
Pues bien, ante este panorama, no queda más que tratar de indagar por su origen, sea lo que ésta sea. Me animaría a conjeturar, en primer lugar, que la filosofía surge de un movimiento en la mente de los sujetos, que es común a la ciencia, al arte y la religión. Este movimiento consiste en ver algo que, en principio, no estaba. Surge como una distorsión de lo que se percibe, de lo que nos es dado. Se trata de una suerte de fractura con lo que se percibe como real. Entonces, el quehacer del sujeto trata de resarcir esta falla. ¿Por qué simplemente no se atiene a las cosas como están? Debemos decir entonces que estas invenciones, entre las que se encuentra la filosofía, aparecen luego de experimentar aversión por la imposibilidad de comulgar con lo que hay.
En este sentido, la ciencia, el arte, la religión y la filosofía emergen como una suerte de resistencia, que se expresa como una especie de esquizofrenia, pero, a diferencia del conocido trastorno psiquiátrico, una de índole conceptual, o de significación. Los esquizofrénicos perciben datos que los hacen creer con seguridad en la existencia de objetos que el resto de las personas no podría evidenciar, por lo que su sentido de realidad se ve modificado. Exactamente lo mismo pasa con estos inventores, solo que en el plano de los significados. Esta diferencia es muy importante, porque el plano del significado no se encuentra en las cosas del mundo, sino en sus bordes.
En un determinado momento de sus biografías, las personas que ejercen en carne propia estas disciplinas (y no tan solo son “profesores”, sino que las incorporan y las viven) comienzan a percatarse que la percepción que tienen de las cosas es diferente y no asimilable a la de todos, y esta diferencia se plasma principalmente en su discurso.
Esta aparición de nuevos planos de significación es el resultado de una búsqueda constante, un permanente análisis de lo que significan las cosas y las palabras, un movimiento que ensaya nuevas conexiones, nuevas formas de acomodar lo dado. En esto descubre nuevas estructuras de percepción (nuevas para el sujeto que experimenta), y por eso modifica su discurso. No pasa por lo que se habla, sino por cómo se lo usa para estructurar el discurso como un todo.
Esto llevaría a la conclusión de que no existen frases o proposiciones estrictamente filosóficas (ni científicas ni artísticas).
Por ejemplo, es habitual escuchar que los físicos tienen una percepción del espacio diferente, eso implica que reaccionarán de otro modo ante un mismo conjunto de proposiciones que hablen sobre el espacio si los comparamos con la gente que no está interesada en el campo. Ellos llegaron a esa percepción del espacio porque comenzaron a vivir como problemáticas ciertas proposiciones referidas a él, y pudieron imaginar a partir de ellas, comenzar a inventar a partir de ellas.
Este estado no supone necesariamente la creación de un lenguaje nuevo, sino una modificación del andamio de significado en el que se sostienen las palabras. Un aspecto bueno de todo esto, y que la diferencia de la esquizofrenia que tratan los psiquiatras, es que al darse en el plano de los significados, puede ser compartida relativamente. Digo relativa, porque el significado que dan los hablantes a las palabras se detecta en el uso que hacen de ella en la totalidad de su discurso, y aunque tenemos por un lado que el lenguaje es público, los sujetos hacen de él un uso particular que, dudosamente pueda ser estrictamente igual al de otro (debería implicar que usarían las palabras exactamente del mismo modo).
Ahora bien, sería necesario concluir entonces que estas cuatro disciplinas que mencionamos surgen como una respuesta de nuestro sistema inmunológico a lo que nos es dado, y que tienen la propiedad de ser relativamente colectivas por darse en el plano del significado. Se aleja mucho del intento por dar una definición, pues no dice absolutamente nada sobre ellas y cómo intentan hacer lo que hacen.
Todo este razonamiento, sin embargo, tiene un gran defecto. Siguiéndolo estrictamente, deberíamos borrar toda posible barrera entre la ciencia, la religión, el arte y la filosofía. El hecho de que existan como palabras distintas, es suficiente para hacer sospechar a cualquiera que esta tesis se trata lisa y llanamente de un error. Sin embargo, los acusadores seguramente argüirían que se abocan a objetos distintos. Pero aquí se partió de evadir la pregunta por lo filosófico como un objeto. Esta pregunta debería ampliarse a su vez, y preguntar por lo científico, lo religioso y lo artístico. Tal vez esta propuesta descansa en un andamio de significado diferente al acostumbrado. Para apoyar esta tesis, remito a las biografías de estas personalidades, donde, al menos, por lo que yo pude dar cuenta, todos estos planos se encuentran entrelazados formando un solo cuadro, y extirpar alguno de ellos obedeciendo a la lógica que los divide por sus objetos, no significaría otra cosa más que una violencia.
Tucumán 2011.
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