Te vi una vez,
por los pasillos del Huerto.
Solté un puñado de sal...
Les conté que estabas ahí
y sonrieron.
La gente sonríe cuando no sabe que decir,
ni que hacer ante un incoherente.
No es ternura,
lo que dejaste tras el ayudante del cincel
en el caballo, en el pecho, en el agua...
de tu roca.
No es azar, ni luz.
No es tu nombre, ¿acaso te importa?
¡Te vi!
Frente a frente estábamos en el medio del atlántico,
cuando tu cargamento a punto de caer, amenazaba la embarcación.
No queremos perder hijos en el mar...
que ya mucho nos golpea la tierra,
y allí hay que responder.
No se si te acordás, Lola,
mis ansias buscándote donde no estabas.
Me podrías haber avisado...
todavía guardo las piedras del Dátil.
Todavía quiero profanar tu tumba por aquí cerca.
Estás.
¿No querías eso?
Y lamentablemente te lo recordaré cada vez que pueda.
Soy molesta, pero qué más da...mejor que las palomas.
Cuando quieras conversar, te apareces y nos tomamos un chocolate.
Que las cosas no han cambiado tanto.
Que hay cuestiones que todavía podríamos quebrar.
Te veo Lola,
siempre en tus rincones.
Y cuando llueve, salgo por mis calles...
a encontrarte con un pañuelo en la mano.
Para llevarte a verlas.
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