jueves, 31 de marzo de 2011

Panacea

Parece prescindir de todo.
Aflora desde el centro del espíritu,
con un gesto milenario
y soberbio.
Se cree mágica.
Curativa.
Fabricó un rumor en torno a si misma.

Cómplice.

Sumerge en misterio, muchas almas.

¿Qué buscas?
¿Por qué estás?
¿Cúal es tu intriga, tu razón, tu fe?
Tendrá fe en la inmortalidad.
La suya.
Si no tiene par.
Permanece.

Calla,

¡ese mutismo que arde en los oídos!

No quise llamarte. 
Ánimo, volcán fuliginoso.
Flor blanca, flor negra,
nieve, invierno, reposo,
fiesta de cadáveres.
Sin destino,
lo es, eterna.
Y me confunde, nos sigue.

Caminos, adornos,
esquinas, cuartos azules...
Invasión, encuentro.
Mezcla.
Millones de condimentos...
Nunca equitativa,
pero armoniosa.
Segura, cruda, vanidosa...

Lo logra... consuelo.
Lo logra... desvelo.
Llanto, satisfacción.

No esperas que te nombren, sigues tu ola.
En aquella pintura, en los ojos de tarde...
No hay un sólo vivo,
que no te conozca.
Sencilla.
Orgullosa, con estas letras...
a tu estoica realidad,
y tanto alarde.


Ilusión de todas las presencias.

Panacea. Soledad.

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