jueves, 31 de marzo de 2011

Su madrugar

Destiempo.
Se le fue la mano a la noche,
sin cargos camina más ligera.
Piensa que no es una presa.
No lo será nunca.
Se pregunta,
si él estará buscando presas.
Presas no intuitivas.

Ella no.
No beberá su néctar de segunda mano.
Como hacen todas las mujercitas, que desconoce.
Y seguro existen, sino no tendría sentido su escándalo.
¡No intuyen! por eso caen,
se convence.

Sabe que el tiempo vuela,
y aún así se aleja de  aquella seductora salida.
Esperar ser la definitiva.
Ella no dará todo...bastante fue.
Sólo por hoy.
Mastica el tiempo.
Destiempo.

Repasa.
Su accionar, su gélida figura,
aquel gestito de la mano y el maquillaje también.
Todo estuvo en orden,
recuerda.
Predominó el sepia...
Le molestaron todas sus palabras,
la forma en que arqueaba la ceja,
como tiró el pincel,
como se manchó el suelo...y el agua.
Bosquejo, boceto.
no quiere eso.

Su camina.
Sus piernas la llevan,
el alma denuda quedó lejos.
Ni lo registra.

Llegará el artista que la descubra
obra maestra.
¿Por qué es ella quién se acerca?
Mejor retirarse de atriles viejos.
De sepia de ayer.
No se puede mezclar allí.
 Su luz.


 No me va a endulzar con cuentos,
dice.
Sigue caminando en la oscuridad
del regreso conocido.
Presa, presa, presa estás Su.
Estabas.
Sonríe.

Crea flores en el pensamiento,
antesala a mil desiertos,
para no sentir.
Flores que de ser reales serían de papel,
mojado, de servilleta usada.
Que de ser palpables estarían ya marchitas.
Sopla mariposas perfectas,
 que nunca le ganan al viento.
Su no se quiebra ni un momento.

 Y entre barrotes tiene la belleza,
hueca.
Le es ajena desde que él la vio.
Tiene monedas sin fuente,
donde ser arrojadas.
Mira su vida, sin protagonizarla.

Traga arena,
 confunde la esperanza.
Todo.
Su reloj,  nunca existió.
Arena voladora que se cuela por la boca al caminar.
Que la está matando.
Pero más le duelen en los tobillos los zapatos,
fantásticos,
la boca puede esperar.

Tiene que desaparecer.
Olvida lo que ama,
nunca lo olvidó.
Volverá en otro momento, quizás.
Ojalá que no.
Hoy no fue fortuita la visita.
Su se retira de la escena,
de su última oportunidad.
Según ella.

Madruga Su, madrugará sin él
las infusiones,
los escritos,
las canciones.
La mirada admiradora.

Treinta noches de fracasos.
Ya lo sabe.
Es demasiado.

Su madrugar.

Y él con sus treinta noches de pintarla toda,
espera tranquilo.
La próxima vez, el mismo espectáculo.
Su llegada, su entrega, su duda.
Su partida.
Su.
Maravillosa.
 Musa que se reveló al amor ferviente,
a las reiteraciones urgentes. Nocturnas.
Al deleite del pintor que no se decide.
Una vez más.

Panacea

Parece prescindir de todo.
Aflora desde el centro del espíritu,
con un gesto milenario
y soberbio.
Se cree mágica.
Curativa.
Fabricó un rumor en torno a si misma.

Cómplice.

Sumerge en misterio, muchas almas.

¿Qué buscas?
¿Por qué estás?
¿Cúal es tu intriga, tu razón, tu fe?
Tendrá fe en la inmortalidad.
La suya.
Si no tiene par.
Permanece.

Calla,

¡ese mutismo que arde en los oídos!

No quise llamarte. 
Ánimo, volcán fuliginoso.
Flor blanca, flor negra,
nieve, invierno, reposo,
fiesta de cadáveres.
Sin destino,
lo es, eterna.
Y me confunde, nos sigue.

Caminos, adornos,
esquinas, cuartos azules...
Invasión, encuentro.
Mezcla.
Millones de condimentos...
Nunca equitativa,
pero armoniosa.
Segura, cruda, vanidosa...

Lo logra... consuelo.
Lo logra... desvelo.
Llanto, satisfacción.

No esperas que te nombren, sigues tu ola.
En aquella pintura, en los ojos de tarde...
No hay un sólo vivo,
que no te conozca.
Sencilla.
Orgullosa, con estas letras...
a tu estoica realidad,
y tanto alarde.


Ilusión de todas las presencias.

Panacea. Soledad.